La paz, proyecto posible
29 de Septiembre de 2025
Exclusivo para Contrapeso
Entre el pasado lunes 22 y el miércoles 24 de este septiembre, todos los judíos del mundo iniciaron la secuencia de varias de sus fechas más importantes. En primer lugar, el Rosh Hashaná, su año nuevo, y dentro de unos días el Yom Kippur o día de la Expiación, y el Sucot, la fiesta de las cabañas o fiesta de los Tabernáculos.
Desde “Enfoque Crítico” nos unimos a todos los que desean que el Señor conceda la bendición de la paz a la comunidad judía de Panamá y a todos los que profesan esta fe a escala global, y que también les conceda larga vida para que disfruten de dicha paz y del afecto de quienes compartimos con ellos esta casa común.
Con el Rosh Hashaná, los judíos conmemoran el día de la creación del mundo y del hombre. En esta ocasión se trata del año 5786.
Por su parte, desde el atardecer del próximo miércoles 1 de octubre, hasta el atardecer del jueves 2 de octubre, los judíos también estarán recogidos guardando el Yom Kippur o día de la Expiación, que es un día de ayuno y oración que se observa diez días después de Rosh Hashaná, el año nuevo. Según la tradición judía, el destino de cada individuo para el año se "escribe" en Rosh Hashaná y se "sella" en Yom Kipur. Como día de suma importancia en el que tradicionalmente se dice que el destino del año venidero pende de un hilo, Yom Kipur no se celebra, sino que se observa. El ayuno y la oración son los componentes centrales de esta fecha.
En la cosmovisión judeocristiana, esta solemnidad resulta indispensable como rito y como ejercicio de vida y no es de difícil comprensión. A lo largo de la Torá (libros de la Ley de Moisés o Pentateuco para los cristianos); igualmente en los libros Históricos, Poéticos, Sapienciales y Proféticos (de la Biblia), son muchas las citas, ordenanzas, referencias y relatos sobre el arrepentimiento y la reconciliación con Dios, y los cristianos recogen del judaísmo la importancia de reconocer y expiar los pecados. “Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia” (v.g. 1 Juan 1:9).
Del judaísmo deviene una cosmovisión que tiene en el perdón no solo una práctica ritual, sino también y, sobre todo, una dimensión de experiencia espiritual, ética y emocional. Aunque es innegable la claridad y contundencia en y para la defensa de la fe judaica y del concepto y praxis de nación vinculados a ella, los principios de perdón, expiación y reconciliación son indiscutibles y se proyectan como una invaluable herencia a la humanidad.
De hecho, aunque Yom Kipur es el día más solemne del año —el recogimiento practicado impresiona a quienes lo notan con la intención de aprender— la introspección que exigen el arrepentimiento y la expiación están impregnados de una corriente subyacente de esperanza en la renovación con el deseo de un futuro mejor. Es la satisfacción de estar inmersos en la espiritualidad del día y expresa la confianza de que el Todopoderoso aceptará el arrepentimiento, perdonará los pecados y sellará el veredicto por un año de vida, salud y felicidad.
Después de Yom Kipur, se comienza inmediatamente (a planificar) la construcción de la sucá, que se utilizará para la festividad de Sucot, que sigue en cinco días. En esta festividad los judíos conmemoran el viaje de los israelitas por el desierto después de su exilio de Egipto. Celebran Sucot construyendo una sucá (cabaña temporal con techo de ramas) para vivir y comer en ella durante la semana de la fiesta, y utilizando las cuatro especies (lulav, etrog, mirto y sauce) como parte de la celebración.
En la medida que conozcamos, respetaremos y en la medida en que respetemos seremos capaces de convivir pacíficamente.
En esta hora de suma dificultad para los judíos y para los palestinos que viven en Medio Oriente; los judíos de todo el mundo y los hombres y mujeres de buena voluntad de todo el mundo no pueden menos que desear que la paz impere en esa tierra y para todos los que ahí viven.
No perdamos de vista que el pueblo judío, tal vez sea el que tiene más autoridad moral para comprender y expresarse sobre la desgracia de la persecución y hasta del genocidio. Entre la antigüedad y la Edad Media, es decir, entre el siglo I y el XVI, se dieron más de ocho grandes persecuciones. Desde la época de emperadores romanos como Claudio, hasta expulsiones de los Estados Pontificios en 1565 y 1593. Sin duda, una de las expulsiones más impetuosas fue la ocurrida en 1492, en la España de los Reyes Católicos.
Igualmente, entre los siglos XVI y XVII corrió el antisemitismo por Europa concentrado en la discriminación, persecución y expulsión, incluso desde la perspectiva reformista luterana.
Entre los años 1700 y 1800 hubo pogromos en Rusia y Polonia, también desde una perspectiva de castigo por razones religiosas y racistas.
Y en los siglos XIX y XX se repitió lo mismo en el Imperio Zarista, en el contexto de crisis políticas.
Ya en el siglo XX, vino lo peor: el holocausto. Persecución y exterminio de millones de judíos, por prejuicios racistas, falsas acusaciones y la propaganda nazi.
Por toda esta terrible historia, se puede afirmar que, si hay una fe, una historia y una cultura capaz de ser susceptible e hipersensible a la persecución, abuso, atropello y ataque, es la judía. De ahí que conflictos como el de Gaza podrán y deberán ser vistos desde una perspectiva de la ética judía, en un contexto extremadamente complejo como lo es el geopolítico del Medio Oriente. Porque esta experiencia histórica es incompatible con la persecución, el pogromo o el exterminio y con los efectos que esto deja en el ser humano.
Que en este Rosh Hashaná, este Yom Kippur y este Sucot se irradie esa luz que requiere una situación tan difícil en los pueblos del Medio Oriente y que la misma luz se disemine en todo el mundo.