Un conflicto complejo

27 de Septiembre de 2025

Exclusivo para Contrapeso

El tema que hoy nos ocupa no es fácil de abordar. Agradezco a un buen amigo judío nuestras conversaciones y las reflexiones derivadas de esos encuentros. Incluyo los datos recibidos por él en este escrito, que inicio con algunos antecedentes necesarios de considerar.

El grupo "Hamas”, organización terrorista compuesta por extremistas y nacionalistas Islámicos, fue electo con mayoría absoluta para gobernar la franja de Gaza en las elecciones generales en 2006, luego de disputar y vencer a su rival político, Al Fatah, con quienes mantenía una profunda e histórica discordia. Hamas no reconoce el Estado de Israel, Al Fatah sí lo hace, a partir de los Acuerdos de Paz de Oslo (1993). En el año 2017 ambas facciones acordaron conformar un "gobierno de unidad" en la Autoridad Nacional Palestina, con Al Fatah gobernando en Cisjordania, y Hamas en Gaza.

Del otro lado, la actual coalición de gobierno en Israel está compuesta por el partido "Likud" (del primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu), Judaísmo Unido de la Torá, Shas, Otzmá Yehudit, Partido Sionista Religioso y Nueva Esperanza. (Todos representando, en mayor o menor manera, a la ultraderecha). Como prueba de lo enredado que resulta comprender lo que políticamente ocurre en este conflicto, el actual primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu y sus aliados extremistas israelíes fueron quienes apoyaron a Hamas para enfrentarse políticamente al grupo Al Fatah, quizás por considerar que Hamas estaría más dispuesto a una negociación racional sobre el futuro de Gaza (error que nos recuerda el financiamiento de Osama Bin Laden hecho por los Estados Unidos, para empoderarlo como aliado en la oposición a la ocupación rusa de Afganistán, y lo que ocurrió después).

Hoy, Benjamín Netanyahu utiliza como herramienta coercitiva el horror del Holocausto nazi para justificar actos de profunda crueldad contra el pueblo palestino, obtener el apoyo político y económico de organizaciones sionistas judías en la diáspora, y prolongar una guerra que lo ayuda a evitar ser condenado por actos de alegada corrupción administrativa. Aunque esgrime como argumento la necesidad de eliminar de una vez por todas al grupo terrorista Hamas, una cosa es mantener y defender la memoria de un exterminio injustificable y con ello tratar de evitar que se repita y otra apoyar un genocidio alegando que Israel necesita hacerlo para garantizar su seguridad.

Aquí vemos a los extremos sustentando iguales absurdos: Netanyahu tiene como objetivo acabar con los palestinos de Gaza, y Hamas procura igual resultado con el pueblo de Israel, aunque ambos, palestinos y hebreos comparten el mismo origen semita. En este punto es procedente aclarar la diferencia entre "judío" y "hebreo":  hebreo es un término antiguo de origen bíblico que se refiere a quienes habitaron Palestina y el término "judío" se refiere al que profesa el judaísmo como religión, o que forma parte del pueblo judío.

No es lo mismo ser israelí que judío; hay israelíes judíos y hay israelíes árabes, aunque estos últimos suelen ser tratados como ciudadanos de segunda. También hay israelíes que no son judíos y judíos que no son ni israelíes ni sionistas. Aun así, a pesar de estas importantes diferencias el primer ministro Netanyahu pretende representar a todos los judíos, dentro y fuera de Israel, aunque quizás el único punto en que verdaderamente concuerden sea el de apoyar la legitimidad y la necesidad de un Estado Israelí. Martin Buber, filósofo y escritor judío, sionista y dialoguista, antes de la creación del Estado de Israel, en sus Escritos políticos sobre la cuestión judeo-árabe proponía... “una tierra para dos pueblos”. Desafortunadamente, prevaleció el odio e intolerancia de los extremos, reviviendo constantemente el horror de la guerra, llenando de dolor y de luto a árabes y judíos y de constante zozobra a la región.

Durante meses he meditado sobre la horrorosa y complicada situación en el Medio Oriente, tratando de encontrar la manera de ser objetivo y concentrarme en los hechos antes de formular una opinión. Escribir sobre un tema de tanto contenido emocional es difícil. En pasados artículos he presentado observaciones al respecto, algo así como ofrecer hojas de otoño a un huracán.

Las históricas causas del complejísimo conflicto se mantienen y renuevan en un infinito proceso, violento, inhumano, irracional e irresponsable, en donde supuestos representantes del interés público de ambas etnias semitas ignoran su misión y en cambio se deciden a satisfacer agendas políticas y odios ancestrales con los que buscan justificar sus actos y omisiones y legitimar visiones y versiones egoístas. Todo esto sin contar con la complejidad geopolítica en la cual se involucran terceros países, e intereses económicos internacionales.

El ataque terrorista de Hamas al sur de Israel, en octubre de 2023 actuó como un nuevo y sangriento detonante para desgracia de las víctimas del atentado y posteriormente para el pueblo gazatí. La dirección de Hamas, que utiliza al terrorismo como estrategia política, no tiene razón alguna para esperar nuestra simpatía por sus actos. Asesinar a gente inocente no puede ser defendido más que por sociópatas o criminales. Asumir que el terror puede producir afecto o apoyo por una causa es absurdo; lo único que logra es exhibir a quien justifique semejante estrategia como un ser carente de empatía y del menor respeto por la vida humana.

Por eso comprendo y apoyo el argumento de que Hamas no puede continuar siendo considerado como una racional opción política para representar a los palestinos y su necesidad de vivir y poder gobernar, libre e independientemente, en su territorio ancestral.  Hamas debe ser derrotado, para dejar paso a fuerzas representativas palestinas con capacidad de negociar y representar dignamente a su pueblo.

El tratado de paz de Oslo en 1993 firmado por Rabin, Peres y Arafat, podría ser el punto de partida. La postura de Hamas representa sus propias mezquinas interpretaciones de la verdad. El vil asesinato de hombres, mujeres y niños no tiene justificación en una sociedad, mucho menos utilizado como argumento para crear una paz duradera en una negociación política. Toda persona cuerda rechaza la violencia dirigida contra el pueblo judío, donde sea que residan o se encuentren.

Pero el horrible ataque de Hamas no transforma la brutal reacción del gobierno de extrema derecha israelí en algo legítimo. Benjamín Netanyahu defiende y sostiene operaciones militares que ya han producido más de 60.000 muertes gazatíes, amparándose bajo falsas premisas y atacando a todo el que critica su campaña genocida acusándolos de antisemitismo.

El actual gobierno de Israel utiliza de manera irresponsable el antecedente histórico del Holocausto para justificar la desproporcionada, atroz e inhumana reacción militar israelí desencadenada contra la población palestina en Gaza. Como ha sido sugerido por muchas fuentes, la postura de "guerra total" asumida por Netanyahu busca evitar la continuación de las investigaciones por corrupción iniciadas en su contra el 2016 y presentadas en el 2019, año en que la justicia israelí formalmente lo acusó de fraude y de aceptar sobornos.

A Netanyahu le conviene que la guerra prosiga y se intensifique para que se continúe posponiendo su juicio en Israel y para crear simpatías entre su pueblo que lo exoneren, presentándose como el salvador del estado israelí, (consulten el esclarecedor documental "The Bibi Files" sobre la investigación en su contra y verán que la posibilidad de una condena es real).

Tanto Hamas como Netanyahu buscan prevalecer a como dé lugar. Hamas se oculta premeditadamente dentro de áreas populosas, para provocar ataques israelíes que causen mortandad entre la población civil y ayuden a confirmar el falso argumento de que solo Hamas puede representar política y militarmente al interés palestino. Por otro lado, con la excusa de acabar con Hamas las Fuerzas de Defensa de Israel ya ha destruido gran parte de la franja de Gaza, provocando el desplazamiento de su población, la hambruna y la muerte de civiles inocentes, niños, ancianos, hombres y mujeres, un verdadero genocidio, todo frente al estupor de gran parte del mundo y la inexcusable impotencia de las Naciones Unidas. Tanto Hamas como la coalición extremista del gobierno de Benjamín Netanyahu repiten patrones para llevar a la razón a un lugar de difícil acceso: no olvidemos el 4 de noviembre de 1995, cuando en un encuentro por la paz, el primer ministro de Israel Yitzhak Rabin fue asesinado por un israelí extremista de la derecha, simpatizante de uno de los grupos que hoy precisamente apoya al primer ministro Benjamín Netanyahu. Antes, el 6 de octubre de 1981, el presidente egipcio Anwar Sadat, había sido asesinado por un árabe, miembro de un grupo extremista islámico. Ambos dirigentes habían intentado establecer una conexión con sus antiguos enemigos para crear la avenida hacia un entendimiento. Los dos pagaron el precio de haber considerado a la razón y al espíritu como los medios adecuados para solucionar antagonismos y desacuerdos. Resalto a los lectores el hecho de que ambos fueron asesinados por personas de su propio pueblo y religión, un ultranacionalista judío israelí y un egipcio integrante de la yihad Islámica respectivamente, solo por haber decido reunirse, conversar y tratar de pacíficamente solucionar el conflicto entre las partes.

Aunque Rabin y Sadat aún representan la posibilidad de la paz y de la razón, continúa el Medio Oriente ante la misma encrucijada, pero enfrentando una situación muchísimo más grave, que requiere de una acción inmediata para detener una creciente crueldad cuya diaria ocurrencia, en vivo y en directo, pretende normalizar lo que no puede ser humanamente aceptado: el triunfo de la violencia sobre la razón y la justicia.

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Por: Rubén Blades

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