Apuntes desde la esquina: La necesidad del propósito
4 de Octubre de 2025
Exclusivo para Contrapeso
Opinar objetivamente sobre la realidad de Panamá requiere de un esfuerzo singular, tan difícil de producir como el de evaluar sin prejuicio a nuestra familia y amigos cercanos. La emoción muchas veces se apodera de los argumentos y los edita a su antojo, especialmente cuando algo que ha ocurrido nos molesta o lastima.
En estos días, si eres panameño existen muchas razones para emberracarse. La experiencia de haber sido servidor público por un lustro me enseñó a ser paciente y a procurar entender el por qué se producía la actitud o acción que me enojaba, decepcionaba o sorprendía.
Ese ejercicio, aprendido a punta de golpes asimilados, me permitió distinguir algo importante: hay gente que hace las cosas mal porque simplemente no entiende lo que está haciendo, o por no dar importancia al resultado de su acción o inacción.
Una de las causas más generalizadas que explican el penoso estado de nuestra sociedad es la ausencia de propósitos para justificar nuestra existencia, como ciudadanos y como panameños.
La falta de metas personales y colectivas acaba con nuestra posibilidad de iniciativa. La ausencia de propósito, sea esta personal o nacional, produce indiferencia hacia la corrupción y promueve nuestra conformidad con, e incluso aceptación de, su aplicación.
La falta de motivación fulmina nuestra posibilidad de crear planes hacia el futuro. Sin un propósito definido, todo da igual. El propósito exige, en el mejor de los casos, un análisis previo y concienzudo. En el menor de los casos, una consideración de las consecuencias del hacer o no hacer.
En un artículo que escribí años atrás describía a la "mentalidad de rumbo" como una actitud en donde la expectativa de un futuro no existe basada en la acción de la persona, todo depende solo de la circunstancia y del azar. Bajo tal premisa, planear resulta un ejercicio inútil, construir es una tarea absurda y el amor por el país es imposible de mantener porque para amar hay que primero pertenecer y eso exige responsabilidad y compromiso.
La falta de propósito explica nuestras reacciones y nuestros silencios.
Sobre el tema de la mina, pocos parecen comprender cuánto tiempo tiene el asunto de haberse estado gestando. Bajo el gobierno de Guillermo Endara (1990-94) se realizó la formal concesión de una licencia de exploración, y años después (1997), durante el gobierno de Ernesto Pérez Balladares, la Asamblea Nacional aprobó el contrato minero a "Petaquilla Gold S.A.". Desde el 2011 comenzó la empresa a desarrollarse en serio, a pesar de una demanda de inconstitucionalidad presentada en 1998, interpuesta nuevamente en el 2009.
La Corte Suprema de Justicia vino a dar su fallo en el 2018, dos décadas después de la demanda original. El fallo quedó firme tres años después (2021), cuando fue publicado finalmente en la Gaceta Oficial. Pero fue solo en el 2023 cuando el pueblo reaccionó ante el mal negocio para Panamá y de la ausencia de licitación para otorgar el permiso minero como lo exigía la ley, cuya consecuencia fue la deforestación de 30,000 hectáreas. En fin, después de casi treinta años y de diez billones de dólares de supuesta inversión por la empresa minera, ahora se exige el final abrupto de la operación.
¿Hubo acaso un propósito nacional interviniendo en las decisiones oficiales que llevaron a la ilícita concesión de la mina? Lo dudo. ¿Existe hoy un propósito nacional ciudadano para defender la cancelación o la renegociación del contrato minero? Lo dudo.
Sobre el tema de Río Indio ya me expresé previamente. Otro enredo que también pudo haber sido evitado hace décadas. Las áreas que rodean a la cuenca del Canal deben ser protegidas y exclusivamente dedicadas al indispensable servicio de la operación canalera. Y aunque así lo expresa la ley, se fueron produciendo invasiones de colonos y la creación de asentamientos, todo ante la permisividad de las autoridades que no se opusieron y la indiferencia ciudadana ante la violación de la ley.
Hoy, la necesidad hídrica del Canal requiere medidas que afectarían el interés de decenas de residentes de un sector en donde nunca debieron haber establecido residencia. ¿Cuál propósito prevalecerá? ¿El de una minoría o el de la necesidad nacional de proteger la operación de una vía acuática de importancia mundial?
Sin un propósito personal y colectivo, que defienda nuestra posibilidad nacional y constituya la base y la fuente de nuestra razón de existir como panameños, seguiremos aceptando, participando, tolerando, sosteniendo y excusando a la corrupción política y a sus secuelas, que incluyen la trampa rodeando el tema de la mina de cobre y la irresponsabilidad cívica que explica el antecedente del necesario, pero ahora controversial, proyecto hídrico del Río Indio.
¿Estamos cerca de consolidar el propósito que nos haga unir a la razón con la emoción patria? Lo dudo. Pero ojalá y me equivoque.
Por: Rubén Blades