10/18/25

Lucy se escribe con L de laptops | Sin Permiso

Lucy Molinar volvió a hacer ruido. En plena homologación de la licitación por 585 mil laptops, mandó a apagarles los micrófonos a las empresas que cuestionaban el proceso. Lo que debía ser un acto público de transparencia terminó en silencio. Literal. Así, con su soberbia y terquedad, defendió su cruzada tecnológica como si repartir computadoras fuera la varita mágica del sistema educativo.

Porque Lucy no suelta el tema. Desde que volvió al Meduca, insiste en que la educación se arregla con laptops: ayer con compras directas, hoy con licitaciones, convenios y giras... El fondo sigue igual: tecnología sobre sistema. Modernización sin estructura.

Y no es que haya llegado por azar. Ya fue ministra con Ricardo Martinelli entre 2009 y 2014, cuando prometió “limpiar” el sistema. Entró con aplausos, salió con denuncias. Su gestión dejó dos carpetas abiertas: mochilas del PAN y comida deshidratada, ambas por presuntos sobreprecios y contratos dudosos. En 2019 fue absuelta de peculado culposo; en 2023, el caso de mochilas se anuló por vicios procesales. Legalmente, limpia. Pero políticamente, marcada.

Aun así, José Raúl Mulino la volvió a nombrar, con su ya célebre frase: “La apoyo 100% y creo en ella”. Molinar respondió denunciando un Meduca “en desorden total”: muertos obrando, escuelas vendidas, planillas infladas. Prometió limpieza. Y sí, empezó limpiando, pero también barriendo con todo lo que le incomoda.

Su regreso tuvo, además, un detalle llamativo. Justo antes de que Mulino tomara posesión, el procurador Javier Caraballo destituyó a los fiscales Zuleyka Moore y Adecio Mujica, quienes habían investigado los casos radares y Odebrecht. ¿Quién los denunció? Lucy Molinar. Días después fueron restituidos, sin delito alguno, pero trasladados ¿Coincidencias?

Su obsesión con las laptops tampoco es nueva. En su primera gestión firmó un convenio directo con la fundación One Laptop per Child (OLPC) por 654 mil computadoras y 241 millones de dólares, sin licitación ni sustento técnico público. Molinar defendió la compra asegurando que los precios eran “51% más bajos que el mercado”, pero nunca mostró estudios ni cotizaciones. El contrato cambió de versión tres veces “marco”, “de cooperación”, “confidencial hasta el refrendo”— y nunca fue aprobado por Contraloría ni por el Gabinete.

Diez años después, la historia se repite. Otro contrato millonario, otro discurso de modernización y las mismas dudas. Entregar laptops a escuelas sin electricidad ni internet es como repartir paraguas en el desierto. Y cuando se le cuestiona, responde con su frase de caballito de batalla: “Si hay corrupción, que la prueben”.

El problema no es solo la plata. Es la lógica, son las prioridades. En 2024 decidió que Panamá no participaría en la prueba PISA 2025 porque “medirnos no ayuda en nada”. Una ministra que renuncia a evaluar el sistema mientras gasta millones en “modernizarlo”. Claro, porque cuando se eliminan los termómetros, la fiebre deja de existir.

Su gestión es un desfile de contradicciones. Prometió transparencia y terminó apagando micrófonos. Habló de moral pública y recibió “donaciones” de más de 40 carros de una empresa privada —que nunca identificó— para repartir entre alcaldes y juntas comunales. Vehículos “para la educación” convertidos en favores con placa oficial. Pero claro, se los donaron sin esperar nada a cambio. Por amor a la Patria.

También retiró las guías de educación sexual tras presiones religiosas, aunque dijo que debían ser “científicas y sin miedo”. En paralelo, enfrentó una huelga docente prolongada. “El que no trabaja, no cobra”, repitió, mientras el Meduca retenía salarios incluso a maestros que sí habían dado clases. Los estudiantes quedaron sin clases durante semanas, y los gremios la acusaron de autoritarismo y desorganización. Molinar, fiel a su estilo, respondió atacando: “Meduca ha sido un buen negocio para mucha gente”.

Entre frases incendiarias, compras opacas y ejecuciones lentas, el balance real se pierde. El Meduca administra casi el 7% del PIB nacional, pero los avances se miden en conferencias de prensa, no en resultados. Molinar asegura que los proyectos “se verán cuando se terminen”, mientras las escuelas siguen con techos rotos y sin baños. Las laptops llegan; pero la infraestructura, no.

Su discurso es el mismo de siempre: inocencia, persecución y limpieza. Dice que no se robó nada, que fue víctima de fiscales con agenda y que hoy limpia un ministerio capturado por intereses. Mulino la respalda a ciegas, como si la fe bastara para gobernar. Según Molinar, los que gritan son los que perdieron privilegios; según los gremios, solo cambiaron dedueño.

Después de tantos juicios, frases virales, laptops y peleas con medio país, Molinar sigue en el ring. No se rinde, no se calla y parece moverse mejor en la polémica que en la calma. La pregunta ya no es si genera controversia. Eso está probado. La pregunta es otra: ¿qué ven las autoridades que nosotros no vemos? ¿Dónde está ese “algo bueno” que la protege tanto?

Porque si lo bueno no se ve en las aulas, quizá lo están enseñando en otro lado. En uno al que no tenemos acceso.

Por: Flor Mizrachi
Periodista

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