A la gente si la matan saliendo de la misa
17 de Noviembre de 2025
Exclusivo para Contrapeso
El pasado jueves 13 de noviembre, en su conferencia de prensa semanal, el presidente de la República, José Raúl Mulino, afirmó que: “No es verdad que aquí asesinan a la gente saliendo de misa. Miren los prontuarios de cada uno de los muertos y se darán cuenta de que lo que menos eran, era monaguillos”. Con ese comentario, el mandatario ponderó la crisis de violencia que enfrenta el país como esencialmente un problema entre grupos del crimen organizado.
Aunque no se puede negar que la violencia producto de la actividad de pandillas y organizaciones criminales en contra de sus rivales o para afianzar el dominio sobre comunidades y territorios es una de las razones de la alta tasa de homicidios en Panamá, esto no es un consuelo para los familiares de las víctimas. Tampoco es cierto, porque no aprecia el alcance de la realidad de la violencia en Panamá.
Las vidas truncadas
A Selinda Mabelis Córdoba Batista, de 21 años, la mataron el domingo 12 de octubre de este año, luego de que fue a misa en la iglesia Virgen del Carmen de Pocrí de Aguadulce, después de haber acudido junto a su madre. Su asesino la encontró en el parque del pueblo y la atacó salvajemente, hiriéndola 20 veces con un arma blanca de 50 centímetros de largo. El victimario era su exnovio, contra quien existía una boleta de alejamiento que nunca fue notificada.
La comerciante de Los Higos de Parita, Nivia Bosques, fue asesinada el 2 de septiembre por presuntamente varios jóvenes provenientes de Panamá Oeste. La empresaria era un pilar de la vida comunitaria, así como de la interacción económica de su pueblo. El cuartel de policía más próximo estaba abandonado, lo que evidenció, al igual que en el caso de Pocrí, que el despliegue de la presencia policial en el territorio panameño deja mucho que desear. Así como la presencia de un agente de la policía en el parque de Pocrí al mediodía de un domingo hubiese sido la diferencia, una ronda policial periódica en Los Higos de Parita quizás habría salvado a una valiosa comerciante y vocera de las necesidades de la comunidad, de la cual había sido candidata a representante de corregimiento en las elecciones de 2024.
El peligro mortal
En los dos primeros meses del año 2025, unos seis taxistas habían sido asesinados, principalmente con el propósito de robarles. Sin embargo, los taxistas no son las únicas víctimas; para abril de este año ya 20 conductores de plataformas digitales habían sido asesinados en Panamá desde que esos servicios iniciaron su oferta en la década pasada.
La perversidad y el ensañamiento de la violencia contra los conductores de plataforma es impactante. Por ejemplo, el conductor Kevin Márquez, el 16 de noviembre de 2024, recibió una solicitud de sus servicios y recogió a un pasajero en Barrio Colón de La Chorrera; al llevarlo a su destino, el pasajero lo asesinó con un arma de fuego. Igual suerte corrió Saúl Alvarado en Juan Díaz, cuando realizaba sus servicios como conductor de plataforma el lunes 4 de agosto en horas de la noche.
Otra modalidad que han sufrido conductores de plataforma en Pedregal, Tocumen y Panamá Norte ha sido que los amarran con zunchos y los obligan a entrar al maletero de sus autos, donde son asesinados. El 4 de agosto de 2024, en Pedregal, apareció asesinada y atada de manos una conductora de plataforma en el maletero del auto que manejaba. La amenaza a la vida y a la integridad de las conductoras de plataforma es muy significativa. Aunque no resulten asesinadas en algunos incidentes, es común el uso de la violencia para robarles o agredirlas sexualmente.
La niña
El caso de la niña Ana Victoria Mina, de 9 años, revela por qué la afirmación de que los índices de violencia no importan, debido a que se están matando entre pandilleros, es un verdadero absurdo. A plena luz del día, Ana Victoria y su abuela venían caminando de la escuela para volver a casa, pero ese 15 de marzo de 2025, una bala perdida de un tiroteo entre las bandas de la comunidad de Mano de Piedra, en San Miguelito, le costó la vida a Ana Victoria. Ella no llevaba armas, no traficaba drogas y mucho menos formaba parte de pandilla alguna. Como ella, los muertos inocentes de tiroteos en todo el país se acumulan, sin que las autoridades ofrezcan algo más que el ocasional cajón para enterrarlas.
Incluso en aquellos casos en que los muertos son pandilleros, cabe la reflexión de si lo eran porque quisieron o porque fueron obligados a serlo. Decenas de miles de niños y jóvenes conviven en áreas vulnerables sin ser pandilleros. Si los incentivos y mecanismos de supervivencia que existen en la calle, en la vereda o en el barrio los obligan a tomar otro camino, eso también los convierte en víctimas. ¿Cuántos jóvenes dejaron de ir a la escuela porque en su casa no había comida? ¿Cuántos niños se unieron a pandillas porque era el requisito para que pudieran jugar fútbol en la cancha del barrio? ¿Cuántos pandilleros son hijos de violaciones, incestos, adicciones y del intercambio de sexo por víveres u otros bienes materiales?
Si el Estado panameño no es capaz de prevenir la muerte de sus ciudadanos a causa de la violencia, lo menos que se puede esperar es que las autoridades de los distintos gobiernos respeten la memoria y la dignidad de los inocentes que han muerto en este país, a causa de la ausencia de una verdadera estrategia de seguridad ciudadana y de la incapacidad crónica de proteger la vida y la integridad de todos los panameños y panameñas dondequiera que se encuentren.
Por: Rodrigo Noriega
Abogado
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