Los 7.1 millones de la villa diplomática
3 de Octubre de 2025
Exclusivo para Contrapeso
En las últimas semanas, la iniciativa de la restauración de un complejo de viviendas en las entrañas del Cerro Ancón denominado “Villa Diplomática” ha tomado por asalto a la opinión pública. El monto de la obra de 7.1 millones de dólares tiene como contratista a cargo a la empresa Construction Management Group Inc. (CMG), una afortunada constructora que tiene además la responsabilidad de construir el hospital de mascotas por 14.2 millones de dólares y la restauración de la iglesia de Portobelo por 12.2 millones de dólares.
El proyecto de la villa diplomática produce molestia y alimenta el reclamo popular de que el gobierno de turno está despilfarrando el dinero de todos. Para entender lo que 7.1 millones de dólares invertidos en otros asuntos puede representar, aquí va una lista corta:
Se puede alimentar a 19 mil 400 familias con inseguridad alimentaria en la ciudad de Panamá por un mes, al costo de una canasta básica familiar de 365.99 dólares estimada por el Ministerio de Economía y Finanzas.
Se pueden realizar 16 mil 904 trasplantes de córneas con lentes en el Hospital Santo Tomás, a un costo de 420 dólares cada uno.
Se pueden comprar 43 ambulancias de doble tracción con todo el equipamiento a un costo de 165 mil dólares por ambulancia.
Se podrían adquirir 185 mil 864 pares de vacunas contra el dengue, para proteger a la población más vulnerable del país. Cada persona necesita dos dosis para obtener la inmunidad contra el dengue. El costo del par de dosis es de 38.2 dólares en el mecanismo de compra de la Organización Panamericana de la Salud.
La lista de las posibles alternativas es infinita. Lamentablemente, el costo de la villa diplomática no se limita únicamente a los 7.1 millones de dólares de la construcción y restauración del complejo residencial, sino que también hay costos de mantenimiento y operación de dicha villa. Por ejemplo, el complejo va a necesitar seguridad. Si se asignan dos guardias de seguridad privada o dos agentes del Servicio de Protección Institucional por turno, serían unos 10 agentes por los tres turnos más dos turnos dobles del fin de semana. Eso puede ser unos 12 mil dólares al mes.
La villa necesitará mantenimiento de jardines, de la piscina y de todas las instalaciones, por lo que esto puede significar otros 5 mil dólares mensuales. Si se planea hacer recepciones o recibir visitantes, se necesitará personal en la cocina y para la atención de los huéspedes. Recibir visitas significa tener mucamas y personal que atienda las necesidades de los huéspedes. Además, están los alimentos, bebidas, vajillas, bandejas, neveras y toda la parafernalia necesaria para ofrecer banquetes de nivel presidencial. Por supuesto, habrá que incluir músicos y cantantes para el entretenimiento de los invitados de la villa diplomática.
Fácilmente, todo lo anterior puede superar los 50 mil dólares al mes, es decir, unos 600 mil dólares al año que tendrían que ser sufragados por los contribuyentes panameños, a pesar de que el país cuenta con una abundante y excelente oferta de hoteles de primera categoría que no requerirían semejante gasto.
¿Qué hacemos con la villa?
La villa podría ser tercerizada para que una empresa privada hiciera la inversión y asumiera el riesgo de gestionarla como un hotel. Otra opción sería que la Autoridad del Canal de Panamá la adquiriera para convertirla en oficinas destinadas para sus nuevos proyectos como el gasoducto o los nuevos puertos. La villa podría ser donada al Instituto Smithsonian para que allí desarrollara algún centro científico. Las opciones son tan amplias y vastas como el cielo.
Parece que la villa va porque va. Es el abrebocas de un festín de obras públicas y de iniciativas del Estado que incluyen a la mina y al tren Panamá-David. Aunque no las queramos y la opinión pública la repudie, es usual que los gobiernos panameños nos muestren en la cara su venalidad y su poca responsabilidad con los fondos públicos. Allí están la casa de Punta Mala, las Cintas Costeras, la calle Uruguay, el túnel bajo el Canal y tantas obras que nos recuerdan la gran deuda pendiente de la democracia panameña: la rendición de cuentas.
Por: Rodrigo Noriega
Abogado
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