Ley seca: Prohibir para no educar | Sin Permiso
Cada año, el 2 de noviembre llega con su ley seca. El argumento oficial: respeto por los difuntos. Pero seamos sinceros, ¿qué tiene que ver prohibir una cerveza con guardar luto?
En Panamá, cuando muere alguien, muchos se reúnen, comen, beben y recuerdan. Pero cuando llega el Día de los Difuntos, el Estado decide que nadie puede hacerlo. ¿Eso no es doble moral?
Y lo más curioso: hay que poner una ley para que la gente respete a los muertos. El panameño no funciona a menos que le pongan castigo. O al menos que se lo digan. No es la mejor manera, pero si no, no lo hace. Ese es el verdadero problema: creemos que el respeto existe solo cuando hay sanción.
Esta tradición no cayó del cielo. El 2 de noviembre fue declarado Día de los Difuntos por la Ley 26 de 1941, pero esa norma no prohíbe la venta ni el consumo de alcohol. Solo estableció la fecha como un día de recogimiento nacional. Años después, las alcaldías empezaron a usar sus facultades —amparadas en la Ley 106 y la Ley 55 de 1973— para decretar “ley seca” esos días, una costumbre que se ha mantenido más por inercia que por sentido.
En 2024, incluso la Alcaldía de Panamá decidió no aplicarla, reconociendo lo evidente: la solemnidad no depende de cerrar bares. Pero muchas otras sí la mantienen. En Panamá hay varias “leyes secas” al año: el 9 de enero (Día de la Soberanía Nacional), el Viernes Santo, el 20 de diciembre (Duelo Nacional) y durante todo el fin de semana de elecciones. Algunas caen justo en días de quincena o fiestas de empresa —el momento más fuerte del comercio— y aun así se imponen. Se les va la mano en pollo.
Los defensores dicen que la medida mantiene el respeto y evita el desorden. Pero ese respeto no se impone por decreto. Nadie se vuelve más digno porque no se venda ron. Además, todo el mundo se abastece la noche anterior.
En la práctica, es una ley simbólica, anacrónica y hasta contraproducente. No evita que la gente beba —solo cambia el lugar y la hora—, golpea a los negocios, desincentiva el turismo y contradice el discurso de “hub moderno” que tanto repite el país. Se estiman pérdidas de hasta 15 % en ventas por cada día de restricción, y los hoteleros lo resumen bien: ningún turista entiende que un país que vive del tránsito y del turismo cierre por luto.
En México, el Día de los Muertos es una fiesta que honra la vida y atrae visitantes. En Argentina y Chile, el 2 de noviembre es reflexión, no prohibición. En España, se recuerda con flores, misa y vino. Aquí, cerramos bares y espantamos a los pocos que llegan.
Más allá del puritanismo, esto va de libertades y derechos. Cada quien debería poder decidir cómo vive —o bebe— su duelo. Porque si el argumento es que el panameño, cuando toma, se desata, lo lógico no es prohibir, sino enseñar que se puede tener desorden con orden y respeto.
Prohibir es más fácil que educar. Pero un país serio no demuestra respeto censurando, sino confiando en su gente. Y educándola.
Y uno que presume ser el “hub del mundo” no debería seguir pareciendo el bar cerrado del vecindario.
Por: Flor Mizrachi
Periodista
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