Cuando los argumentos no importan (Pero la minoría que no se rinde sí cambia las cosas)

25 de Noviembre de 2025

Exclusivo para Contrapeso

Tengo una enfermedad mental que me hace pensar que la gente cambiará de opinión si presento los argumentos correctos con los hechos y datos adecuados.
— Hegel Borg

Una de las razones que hace difícil convencer:

Es difícil hacer que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda.
— Upton Sinclair

Pero hay esperanza:

Nunca dudes que un pequeño grupo de ciudadanos considerados pueda cambiar el mundo. Verdaderamente, eso es lo único que lo ha logrado.
— Margaret Mead

Existe una idea seductora: si explicamos mejor, si mostramos pruebas, si demostramos con datos, las personas cambiarán de opinión. No obstante, la literatura científica y la experiencia práctica demuestran lo contrario: la evidencia rara vez modifica convicciones cuando estas están asociadas a intereses, identidades o beneficios concretos.

1.El problema no es información: es interés

La psicología cognitiva ha documentado por décadas que la mente humana no opera como un procesador neutro de datos. El sesgo de confirmación lleva a aceptar únicamente la información que refuerza lo que ya se cree, descartando lo demás como irrelevante, falso o sospechoso. (Kunda, Z. 1990. The Case for Motivated Reasoning. Psychological Bulletin, 108(3), 480-498).

Investigadores de Yale demostraron que, al enfrentar datos que contradicen intereses políticos, económicos o de identidad, el cerebro tiende a rechazarlos aunque estén plenamente comprobados (Kahan, D. 2012. The Polarizing Impact of Science Literacy and Numeracy on Perceived Climate Change Risks. Yale University). No es ignorancia: es autoprotección.

Por eso la frase de Sinclair no es solo una crítica social, sino una constatación científica: cuando la verdad cuesta poder, privilegios o dinero, se vuelve enemiga.

2.Panamá: evidencia empírica, no retórica

Los ejemplos locales confirman el patrón.

a. Declaraciones patrimoniales.
Tras veinte años de promesas, la aplicación sigue siendo opaca, limitada y llena de excepciones. Tecnología y capacidad sobran. Lo que falta es voluntad. La opacidad es un beneficio político, no un accidente administrativo.

b. Beneficiarios finales.
Podemos conocer al dueño de una moto, pero no a quien controla estructuras corporativas multimillonarias. El diseño no es casual: la dificultad para “saber quién es quién” es un modelo de negocio.

c. Contrataciones excepcionales y urgentes.
La urgencia –que debería ser excepcional– se convirtió en atajo permanente para saltarse controles. El corto plazo paga hoy; el daño institucional llega después.

d. Justicia selectiva.
Cuando el resultado depende del nombre del acusado y no del delito, la lógica desaparece y los datos dejan de importar. Lo que manda es el interés.

Todos estos casos comparten un factor: no hay imposibilidad técnica, solo conveniencia política y económica.

3.La incoherencia humana: pedir una cosa, hacer otra

Queremos transparencia, pero elegimos a quien reparte favores. Exigimos meritocracia, pero justificamos el clientelismo. Pedimos justicia independiente, salvo cuando alcanza a los nuestros. En este punto, recomiendo ver la serie limitada de Netflix: Death by lightning. Ilustra muy bien la corrupción y el clientelismo, al tiempo que brinda esperanza de que se puede luchar contra estos flagelos.

La llamada disonancia cognitiva opera así: cuando la realidad contradice nuestras acciones, no cambiamos la conducta; cambiamos la justificación. Vivimos cómodos en la contradicción.
Panamá no es la excepción. Panamá es el laboratorio.

4.¿Hay esperanza? Sí, y no es ingenua

La evidencia histórica confirma que las reformas no nacen de mayorías amplias, sino de minorías persistentes. Margaret Mead tenía razón: los cambios reales nunca comienzan con todos, sino con unos pocos que no se rinden.

Ejemplos locales:
a. El derecho de acceso a la información pública, Ley 6 de 2002, fue impulsado por activistas y litigantes, no por legisladores.
b. Las normas contra el blanqueo (Leyes 41 y 42 de 2000 y Ley 23 de 2015) no surgieron por voluntad política espontánea, sino por presión insalvable interna y externa, jurídica y reputacional.

Las minorías que sostienen principios son la mayoría del futuro.

5.¿Cómo se cambia algo que muchos no quieren entender?

a. Haciendo que lo correcto sea más rentable que lo incorrecto.
b. Usando tecnología que reduzca la discrecionalidad humana.
c. Imponiendo reglas con consecuencias medibles y automáticas.
d. Educando a quienes sí quieren aprender.
e. Exponiendo con datos y nombres a quienes se benefician de la opacidad.

El cambio no consiste en convencer a todos, sino en limitar el espacio de acción de quienes viven de que nada cambie.

Como escribió Dan Millman (Way of the Peaceful Warrior, 1980):
“El secreto del cambio es enfocar toda tu energía no en luchar contra lo antiguo, sino en construir lo nuevo.”

Conclusión

Algunos jamás entenderán, porque entender significa perder privilegios. A ellos no se les convence: se les regula con transparencia, controles y consecuencias reales.

Puede parecer una enfermedad seguir creyendo en la razón, pero la historia tiene una respuesta clara: los países no cambian cuando todos comprenden; cambian cuando unos pocos no se rinden.

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Por: Carlos Barsallo

Abogado

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